En Colombia, la educación informal se erige como un pilar fundamental en el desarrollo personal y social. Definida por la Ley General de Educación (Ley 115 de 1994) y el Decreto 1075 de 2015, esta modalidad educativa abarca todo aquel conocimiento adquirido de manera libre y espontánea, proveniente de diversas fuentes como personas, entidades, medios de comunicación, tradiciones, costumbres y comportamientos sociales. A diferencia de la educación formal, la informal se caracteriza por su flexibilidad, diversidad y accesibilidad, sin requisitos de ingreso, horarios ni duración definidos.
La educación informal se manifiesta en una amplia gama de actividades, desde cursos cortos, talleres y seminarios, hasta el aprendizaje autodidacta a través de tutoriales en línea, libros y documentales. Además, los conocimientos adquiridos en el hogar, la comunidad o el entorno laboral también forman parte de esta modalidad. Es importante destacar que, según el Ministerio de Educación, la educación informal debe tener una duración inferior a 160 horas y no conduce a la obtención de títulos académicos ni certificados de aptitud ocupacional, sino a constancias de asistencia.
Su importancia radica en su capacidad para complementar, actualizar, perfeccionar, renovar o profundizar conocimientos, habilidades, técnicas y prácticas, permitiendo a las personas adaptarse a los constantes cambios sociales y tecnológicos. En un mundo en constante evolución, la educación informal se presenta como una herramienta invaluable para el aprendizaje continuo y el desarrollo integral.
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